4.5.12

Escudriñad las Escrituras


Juan 5:39-42 Escudriñad las Escrituras;  porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna;  y ellas son las que dan testimonio de mí; y no queréis venir a mí para que tengáis vida. Gloria de los hombres no  recibo. Mas yo os conozco,  que no tenéis amor de Dios en vosotros.

Los judíos consideraban que la vida eterna les era revelada en sus Escrituras, y que la tenían porque tenían la palabra de Dios en sus manos. Jesús les insta a escudriñar esas Escrituras con más diligencia y atención.

“Escudriñáis las Escrituras”y hacéis bien en hacerlo. Indudablemente escudriñaban las Escrituras, pero con un enfoque en su propia gloria. Es posible que los hombres sean muy estudiosos de la letra de las Escrituras, pero estén ajenos a su poder. O “Escudriñad las Escrituras”y así se les habló de la naturaleza de la aplicación. Vosotros profesáis recibir y creer las Escrituras, dejad que os juzguen, lo que se nos dice precaviendo o mandando a todos los cristianos a escudriñar las Escrituras. No sólo leerlas y oírlas sino escudriñarlas, lo cual denota diligencia para examinarlas y estudiarlas.

Debemos escudriñar las Escrituras en busca del cielo como nuestro gran objetivo: Porque en ellas os parece que tenéis vida eterna. Debemos escudriñar las Escrituras en busca de Cristo, como el Camino nuevo y vivo, que conduce a este objetivo. Cristo agrega a este testimonio las reprensiones a la incredulidad e iniquidad de ellos; el rechazo de su persona y su doctrina. Además, les reprueba su falta de amor a Dios. 

Pero con Jesucristo hay vida para las pobres almas. Muchos que hacen una gran profesión de religión muestran, no obstante, que les falta el amor de Dios por su rechazo de Cristo y el desprecio a sus mandamientos. El amor de Dios en nosotros, el amor que es principio vivo y activo en el corazón, es lo que Dios aceptará. Ellos desdeñaron y valoraron en poco a Cristo porque se admiraban y se supervaloraban a sí mismos. ¡Cómo pueden creer los que hacen su ídolo del elogio y aplauso de los hombres! Cuando Cristo y sus seguidores son hombres admirados, ¡cómo pueden creer aquellos cuya suprema ambición es dar un buen espectáculo carnal!