5.10.12

el reino de los cielos es semejante a


Mateo 13:44-52  Además,  el reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo,  el cual un hombre halla,  y lo esconde de nuevo;  y gozoso por ello va y vende todo lo que tiene,  y compra aquel campo. También el reino de los cielos es semejante a un mercader que busca buenas perlas, que habiendo hallado una perla preciosa,  fue y vendió todo lo que tenía,  y la compró. Asimismo el reino de los cielos es semejante a una red,  que echada en el mar,  recoge de toda clase de peces; y una vez llena,  la sacan a la orilla;  y sentados,  recogen lo bueno en cestas,  y lo malo echan fuera. Así será al fin del siglo:  saldrán los ángeles,  y apartarán a los malos de entre los justos, y los echarán en el horno de fuego;  allí será el lloro y el crujir de dientes. Jesús les dijo:  ¿Habéis entendido todas estas cosas?  Ellos respondieron:  Sí,  Señor. El les dijo:  Por eso todo escriba docto en el reino de los cielos es semejante a un padre de familia,  que saca de su tesoro cosas nuevas y cosas viejas.

He aquí cuatro parábolas: -1. La del tesoro escondido en el campo. Muchos toman a la ligera el evangelio porque miran sólo la superficie del campo. Pero todos los que escudriñan las Escrituras, para hallar en ellas a Cristo y la vida eterna, Juan v, 39, descubrirán tal tesoro que a este campo lo hace indeciblemente valioso; se apropian de él a cualquier costo. Aunque nada pueda darse como precio por la salvación, sin embargo, mucho debe darse por amor a ella.

2. Todos los hijos de los hombres están ocupados; uno será rico, otro será honorable, aun otro será docto; pero la mayoría está engañada y toman las falsificaciones por perlas legítimas. Jesucristo es la Perla de gran precio; teniéndolo a Él tenemos suficiente para hacernos dichosos aquí y para siempre. El hombre puede comprar oro muy caro, pero no esta Perla de gran precio. Cuando el pecador convicto ve a Cristo como el Salvador de gracia, todo lo demás pierde valor para sus pensamientos.

3. El mundo es un mar ancho, y en su estado natural, los hombres son como los peces. Predicar el evangelio es echar una red en este mar para pescar algo para gloria de Quien tiene la soberanía sobre este mar. Los hipócritas y los cristianos verdaderos serán separados: desgraciada es la condición de quienes, entonces, serán echados fuera.

4. El fiel y diestro ministro del evangelio es un escriba bien versado en las cosas del evangelio y capaz de enseñarlas. Cristo lo compara con un buen dueño de casa, que trae los frutos de la cosecha del año anterior y lo recogido este año, abundante y variado, para tratar a sus amigos. Todas las experiencias antiguas y las observaciones nuevas tienen su utilidad. Nuestro lugar está a los pies de Cristo, y debemos aprender diariamente de nuevo las viejas lecciones y, también, las nuevas.