6.6.12

consideraos muertos al pecado


Rom 6:11  Así también vosotros consideraos muertos al pecado,  pero vivos para Dios en Cristo Jesús,  Señor nuestro.
Rom 6:12  No reine,  pues,  el pecado en vuestro cuerpo mortal,  de modo que lo obedezcáis en sus concupiscencias;
Rom 6:13  ni tampoco presentéis vuestros miembros al pecado como instrumentos de iniquidad,  sino presentaos vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos,  y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia.
Rom 6:14  Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros;  pues no estáis bajo la ley,  sino bajo la gracia.
Rom 6:15  ¿Qué,  pues?  ¿Pecaremos,  porque no estamos bajo la ley,  sino bajo la gracia?  En ninguna manera.

Aquí se estipulan los motivos más fuertes contra el pecado, y para poner en vigencia la obediencia. Siendo liberado del reinado del pecado, hecho vivo para Dios, y teniendo la perspectiva de la vida eterna, corresponde a los creyentes interesarse mucho por hacer progresos a ella, pero como las lujurias impías no han sido totalmente desarraigadas en esta vida, la preocupación del cristiano debe ser la de resistir sus indicaciones, luchando con fervor para que, por medio de la gracia divina, no prevalezcan en este estado mortal. Aliente al cristiano verdadero el pensamiento de que este estado pronto terminará, en cuanto a la seducción de las lujurias que, tan a menudo, le dejan confundido y le inquietan.

Presentemos todos nuestros poderes como armas o instrumentos a Dios, listos para la guerra y para la obra de justicia a su servicio.

Hay poder para nosotros en el pacto de gracia. El pecado no tendrá dominio. Las promesas de Dios para nosotros son más poderosas y eficaces para mortificar el pecado que nuestras promesas a Dios. El pecado puede luchar en un creyente real y crearle una gran cantidad de trastornos, pero no le dominará; puede que lo angustie, pero no lo dominará. ¿Alguno se aprovecha de esta doctrina estimulante para permitirse la práctica de cualquier pecado? Lejos estén pensamientos tan abominables, tan contrarios a las perfecciones de Dios, y al designio de su evangelio, tan opuestos al ser sometido a la gracia.

¿Qué motivo más fuerte contra el pecado que el amor de Cristo? ¿Pecaremos contra tanta bondad y contra una gracia semejante?