6.6.12

Si alguno quiere venir en pos de mí


Mateo 16:24-28  Entonces Jesús dijo a sus discípulos:  Si alguno quiere venir en pos de mí,  niéguese a sí mismo,  y tome su cruz,  y sígame. Porque todo el que quiera salvar su vida,  la perderá;  y todo el que pierda su vida por causa de mí,  la hallará. Porque  ¿qué aprovechará al hombre,  si ganare todo el mundo,  y perdiere su alma?  ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma? Porque el Hijo del Hombre vendrá en la gloria de su Padre con sus ángeles,  y entonces pagará a cada uno conforme a sus obras. De cierto os digo que hay algunos de los que están aquí,  que no gustarán la muerte,  hasta que hayan visto al Hijo del Hombre viniendo en su reino.

Un verdadero discípulo de Cristo es aquel que lo sigue en el deber y lo seguirá a la gloria. Es uno que anda en el mismo camino que anduvo Cristo, guiado por su Espíritu, y va en sus pasos, dondequiera que vaya. —“Niéguese a sí mismo”. Si negarse a sí mismo es lección dura, no es más de lo que aprendió y practicó nuestro Maestro, para redimirnos y enseñarnos. “Tome su cruz”. Aquí se pone cruz por todo problema que nos sobrevenga. Somos buenos para pensar que podemos llevar mejor la cruz ajena que la propia; pero mejor es lo que nos está asignado, y debemos hacer lo mejor de ello. No debemos, por nuestra precipitación y necedad, acarrearnos cruces a nuestras cabezas, sino tomarlas cuando estén en nuestro camino.

Si un hombre tiene el nombre y crédito de un discípulo, siga a Cristo en la obra y el deber del discípulo. Si todas las cosas del mundo nada valen cuando se comparan con la vida del cuerpo, ¡qué fuerte el mismo argumento acerca del alma y su estado de dicha o miseria eterna! Miles pierden sus almas por la ganancia más frívola o la indulgencia más indigna, sí, a menudo por solo pereza o negligencia. Cualquiera sea el objeto por el cual los hombres dejan a Cristo, ese es el precio con que Satanás compra sus almas. Pero un alma es más valiosa que todo el mundo.

Este es el juicio de Cristo para la materia; conocía el precio de las almas, porque las rescató; ni hubiera subvalorado al mundo, porque lo hizo. El transgresor moribundo no puede comprar una hora de alivio para buscar misericordia para su alma que perece. Entonces, aprendamos justamente a valorar nuestra alma, y a Cristo como el único Salvador de ellas.