2Co 1:15 Con esta confianza quise ir primero a vosotros, para que tuvieseis una segunda gracia,
2Co 1:16 y por vosotros pasar a Macedonia, y desde Macedonia venir otra vez a vosotros, y ser encaminado por vosotros a Judea.
2Co 1:17 Así que, al proponerme esto, ¿usé quizá de ligereza? ¿O lo que pienso hacer, lo pienso según la carne, para que haya en mí Sí y No?
2Co 1:18 Mas, como Dios es fiel, nuestra palabra a vosotros no es Sí y No.
2Co 1:19 Porque el Hijo de Dios, Jesucristo, que entre vosotros ha sido predicado por nosotros, por mí, Silvano y Timoteo, no ha sido Sí y No; mas ha sido Sí en él;
2Co 1:20 porque todas las promesas de Dios son en él Sí, y en él Amén, por medio de nosotros, para la gloria de Dios.
2Co 1:21 Y el que nos confirma con vosotros en Cristo, y el que nos ungió, es Dios,
2Co 1:22 el cual también nos ha sellado, y nos ha dado las arras del Espíritu en nuestros corazones.
2Co 1:23 Mas yo invoco a Dios por testigo sobre mi alma, que por ser indulgente con vosotros no he pasado todavía a Corinto.
2Co 1:24 No que nos enseñoreemos de vuestra fe, sino que colaboramos para vuestro gozo; porque por la fe estáis firmes.
El apóstol se defiende del cargo de liviandad e inconstancia al no ir a Corinto. Los hombres buenos deben tener cuidado de mantener su reputación de sinceridad y constancia; ellos no deben resolver, sino basados en la reflexión cuidadosa; y ellos no cambiarán a menos que haya razones de peso.
Nada puede volver más ciertas las promesas de Dios: que sean dadas por medio de Cristo nos asegura que son sus promesas; como las maravillas que Dios obró en la vida, la resurrección, y la ascensión de Su Hijo, confirman la fe. El Espíritu Santo afirma a los cristianos en la fe del evangelio: el despertar del Espíritu es una primicia de la vida eterna: los consuelos del Espíritu son una primicia del gozo eterno.
El apóstol deseaba ahorrarse la culpa que se temía sería inevitable si hubiera ido a Corinto antes de saber qué efecto produjo su carta anterior. Nuestra fuerza y habilidad se deben a la fe; y nuestro consuelo y gozo deben fluir de la fe. Los temperamentos santos y los frutos de la gracia que asisten a la fe, aseguran contra el engaño en una materia tan importante.